"Clases de ética" - Pablo Aguayo

Imparto el curso de Filosofía Moral a estudiantes de la carrera de Ciencias Jurídicas y Sociales desde hace ya casi diez años. En varias ocasiones me ha tocado defender la importancia de dicho curso para la formación de los futuros abogados y abogadas. Dicha defensa la he tenido que hacer frente a colegas que insisten en que los estudiantes van a la Facultad a estudiar “derecho” y no “filosofía”, y también frente a los propios estudiantes y autoridades. El curso no incluye dentro de sus objetivos hacer de los estudiantes mejores personas, ni menos enseñarles un criterio unívoco para separar lo bueno de lo malo, o lo justo de lo injusto.

Quizás el objetivo central del curso es sembrar las bases en contra de cualquier posición maniquea o totalitaria. Pero la dificultad con la que me encuentro este año es mayúscula, ¿cómo explicarles a los estudiantes que asistir a un curso de ética puede ser parte de una condena que incluye además cuatro años de presidio, con el beneficio de libertad vigilada intensiva y una multa de $857 millones de pesos? Insisto en que la dificultad es mayúscula porque cualquier profesor de filosofía sabe que bajo ninguna concepción de la justicia retributiva, así como bajo ninguna teoría moral, asistir a clases de ética puede restablecer el daño causado. Peor aún, resulta inaceptable que las clases de ética sean entendidas como un castigo a un mal cometido y que los profesores de filosofía moral estemos a cargo de resarcir esas penas.

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