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Arturo Prado: "La contribución al país tiene que ser a partir de lo público"

A. Prado: "Contribución al país tiene que ser a partir de lo público"

Profesor de Derecho Comercial de la Universidad de Chile, amante del arte, crítico de la falta de ética de algunos abogados y con una vasta experiencia en el sector privado. Arturo Prado Puga comienza un nuevo camino como Ministro del más alto tribunal del país, luego de ser nombrado por la Presidenta Michelle Bachelet, la Corte Suprema y el Senado.

¿Cómo describiría la generación 1979?

Mi generación era una generación variopinta, hoy tiene cuatro ministros de la Corte Suprema que integran el alto tribunal. Hay muchos que se han dedicado al Poder Judicial y que han tenido éxito en la vida como abogados, tanto de casos como de forma corporativa. Creo que fue una generación bien inspirada.

La conducción que hubo en la Escuela en ese entonces permitió un estudio muy concentrado, creo que se ordenaron muchas cosas que estaban en desorden en ese momento en la disciplina misma, como quitar ramos satélites e incorporar más ramos que decían relación con la formación misma del abogado. El núcleo de esto consistió en potenciar dos ramos que son fundamentales para el entendimiento del derecho: el derecho civil y el derecho constitucional, que fueron los grandes pilares que surgieron a partir de 1974-75, cuando partió el decanato de Don Hugo Rosende.

Tengo un recuerdo grato de mis compañeros de curso, un recuerdo principalmente de unión, porque hemos seguido en contacto a lo largo de nuestra vida. Mis amigos están acá.

¿Cómo es estudiar derecho durante un período de tensión política como el que se vivió entre 1975 y 1979?

Yo diría que no podía existir tensión política en ese momento, en relación al grado de tensión que se vivió después. Con el comienzo del Gobierno Militar hubo una especie de anestesia generalizada para tratar de ordenar las cosas. Entonces, si bien hay casos muy lamentables de gente que sufrió aquí en la escuela desaparecimientos, problemas de derechos humanos, y que me hacen especialmente consciente de la situación por la cual se atravesó, que se conoció mucho después desde luego, lo cierto es que en cuanto a estudio se estudiaba bastante, se cumplía horario, se estudiaba inclusive el día sábado y no obstante que había una sensación generalizada de que en el país había este adormecimiento, este letargo, no me cabe la menor duda de que se cumplió el objetivo de transformar la Escuela en un centro de estudio.

Entonces, la situación es que mientras nosotros estudiábamos, hay muchos de nuestros compatriotas que también sufrían persecuciones, alejamientos del territorio nacional y que eran muy lamentables. No hubo consciencia de este problema, sino mucho después. Vivimos en una generación que, tal como lo que ocurría en Alemania Oriental: todo el mundo vivía con lo que tenía y trataba de hacer la vida que tenía.

¿Había un ambiente político en la Escuela crítico respecto al tema?

Yo diría que existía un ambiente político, pero muy adormecido porque se sabía que de alguna manera había que empujar el carro del estudio.

¿Cómo era el Examen de Grado?

El Examen de Grado era más exigente, porque participaban todas las comisiones del Decano. Había profesores que estaban especializados en tomar exámenes de grado, se hacían dos veces a la semana y eran bien concurridos. Acudía público de todas partes.

¿Cuál considera que es el sentido de la profesión desde el perfil que debe tener actualmente el egresado de la Escuela?

A mí me preocupan dos cosas. Por un lado, las situaciones absolutamente reñidas con la ética. 3500 abogados juran todos los años y se encuentran en un mundo donde tienen que luchar con una competencia muy desleal. A mi juicio, el egresado de la Universidad de Chile, es un egresado que tiene un plus: un punto de vista propio, un conocimiento que le permite focalizarse frente al derecho de una manera más universal. Nunca está muy arropado, sabe ser responsable desde el primer día.

Por otra parte, los profesores tenemos una labor formativa, que no se agota solamente en la sala de clases, sino también en preparar al alumno para enfrentar la profesión, los problemas que afrontará con el cliente, cómo hacer una buena entrevista, cómo entender lo que el cliente le quiere informar, saber escuchar, entre otros. Además, hay que centrar a los alumnos en otras cosas que no son el estudio, por ejemplo, el arte, el cine, la danza, el deporte y motivaciones, que a partir del derecho, pueden ser muy interesantes, porque esta carrera es una plataforma y una ventana hacia el universo y eso es lo maravilloso que tiene el derecho, porque al final son reglas de convivencia.

¿Tiene alguna afición fuera del derecho?

Soy fanático del arte, ando siempre con mis cuadros de Botero –muestra imágenes-. Siempre he sentido una inquietud fuerte por las artes y por la historia, entonces, ando siempre buscando manifestaciones de este tipo. Por ejemplo, mi última visita fue al Museo Británico, me pasé varios días recorriéndolo. Encontraba que era fundamental estar ahí y poder verlo con detenimiento, son oportunidades que uno tiene, muy pocas y tiene que saber aprovecharlas.

Las manifestaciones del arte indudablemente son producto de la actividad comercial. Las grandes guerras, los grandes movimientos que existen son también expresiones que encuentran un eco en el arte. También me gusta mucho el cine, de preferencia el que tiene que ver con el derecho. Tengo un catálogo de películas, he escrito bastante sobre eso, hice una lista de 15 películas que un alumno tiene que ver.

¿Cuál cree que es el rol que juega el Colegio de Abogados en la continuidad de la formación de los egresados de las Facultades de Derecho?

Tiene dos papeles; dar un soporte ético al egresado y enseñarle a ejercer la profesión sin que sea a codazos, sino que sea un ambiente de convivencia y sin que las prácticas de competencia desleal caigan en situaciones como las que te voy a graficar ahora, esto está en los urinarios en Santiago. –Saca su celular y muestra un aviso publicitario donde se lee “En este mes del padre sorprende a tu padre con una demanda de alimentos”-.

¿Dónde cree que la profesión cobra más sentido, en lo público o en lo privado?

Desde lo público. Yo tengo vocación pública, vengo de una familia en que todos son parlamentarios, y yo terminé en la Corte Suprema. La contribución al país tiene que ser a partir de lo público. Esta Escuela tiene vocación pública, su Decano lo ha manifestado todos los años, Davor Harasic es un Decano que tiene consciencia de ese tema.

Ahora, lo privado no es descartable, lo que pasa es que lo privado se reduce, si es que a uno le va bien gana dinero, pero no sé si eso sea un objetivo en la vida. Es importante pero los objetivos verdaderos son otros.

¿Cómo recibe el nombramiento en el más alto tribunal del país?

Lo recibo como un honor, y una distinción que me ha hecho la Corte, la Presidenta y el Senado. Lo veo como una gran responsabilidad, porque tengo que demostrar lo que es capaz de hacer un egresado de esta Escuela, que hay muchos en la Corte. Desde ese alto tribunal uno si puede hacer aportes.

¿Cuál cree que será el principal desafío de la recientemente formada comisión de estudios en la nueva codificación comercial?

La idea nuestra es recodificar. Establecer las bases fundamentales, no con la idea de unidad territorial que tenía el código decimonónico, sino que con la idea fundamental de incorporar esta legislación que hoy está sectorizada en un solo código y darle sistematicidad y unidad, bajo principios que son comunes al derecho privado, como por ejemplo, la autonomía privada, la buena fe, la responsabilidad por el derecho ajeno, el enriquecimiento injusto, etc.