"De la Quinta a la Sexta República chilena" - Pablo Ruiz-Tagle

La Quinta República chilena es aquella en la que hemos vivido desde 1990, caracterizada por una concepción neoliberal en la configuración de los derechos y una concepción hiperpresidencialista en el sistema de gobierno. Ella entró en un período de crisis profunda y tal vez su etapa terminal coincida con el reciente plebiscito en que la ciudadanía, de manera contundente y ejemplar, ha decidido que quiere una nueva Constitución y una Convención Constitucional plenamente elegida, para que la redacte. La nueva Constitución no solucionará todos los malestares, problemas y dificultades, pero es un elemento fundamental para alcanzar la tranquilidad y la paz en nuestra patria.

La mortalidad de las repúblicas es un tema que puede ser acuciante, incluso si se trata de la muerte de la antigua Roma. Durante casi dos milenios, la República Romana ha servido de inspiración para organizar la sociedad en nombre de la libertad y la justicia. Para los revolucionarios franceses, los pensadores de la Ilustración y los padres fundadores de Estados Unidos, fue fuente de ideales y un ejemplo: una época que demostraba que se podían derrocar y construir alternativas políticas frente a las monarquías y tiranías y que se podían sustentar sistemas políticos más justos y estables.

Un libro reciente del clasicista Edward J. Watts, “República mortal” (2018; Galaxia Gutenberg, 2019), ha generado comentarios en Chile y Estados Unidos, en cuanto el fin de la República Romana nos permite sacar lecciones o prevenciones para el momento actual. Roma republicana tuvo una estructura legal y política que canalizó las energías individuales que beneficiaron a toda la comunidad, y luego de durar quinientos años se debilitó y derrumbó. A medida que la población creció y la economía se volvió más compleja, no hubo soluciones para la creciente proporción de ciudadanos pobres. La ira popular levantó líderes populistas (Tiberio Graco y su hermano Cayo), quienes rompieron las normas republicanas. La corrupción de los grupos dirigentes y la postergación de los intereses comunes degeneraron en violencia de masas, asesinatos políticos, guerra civil y, finalmente, en la autocracia y los ideales imperiales de Augusto. Como en las películas, se podría decir “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, pero algunos comentaristas del libro de Watts creen que puede ser iluminador hoy. Así, el politólogo Yascha Mounk comenta la situación de Estados Unidos y la figura de Trump, y el historiador Rafael Sagredo el estallido social chileno.

Dice Watts: “Ninguna república es eterna, solo perdura mientras la desean sus ciudadanos”. Esto podría no ser motivo de alarma en Chile. La muerte de una república no es algo definitivo: nunca mueren del todo los ideales que las conforman, porque es posible rastrearlos de república en república y de Constitución en Constitución, como he intentado explicar en mi libro “Cinco repúblicas y una tradición” sobre el constitucionalismo chileno. El profesor Jaime Arancibia ha mostrado también la trazabilidad de los textos constitucionales chilenos.

Hoy de la Quinta República chilena estamos pasando a la Sexta República. El reciente plebiscito es un buen augurio de que hemos podido hacerlo pacíficamente. Hemos cumplido con lo que el profesor de la Universidad de Yale Bruce Ackerman plantea respecto de la idea democrática de “momento constitucional”: una dimensión colectiva, ciudadana y participativa, especialmente deliberativa, como se avizora en la Convención Constitucional, donde se escucharán distintas voces y posturas. Porque como apuntó el profesor de la Universidad de Harvard Cass Sunstein, hablando justamente de Chile, cuando las personas conversan y se escuchan, cuando debaten y se persuaden, cuando están dispuestas a reconocer sus errores, disminuye el riesgo de polarización y de conflicto.

La Constitución que inaugure la Sexta República debe ser una Constitución para la ciudadanía chilena toda. Para quienes estuvieron por el Apruebo y también por el Rechazo, para quienes ganaron por un amplio margen y para quienes perdieron. Porque la democracia no es únicamente el gobierno de las mayorías, sino también implica el respeto de los derechos y la inclusión y participación de las minorías. Estas mismas ideas y principios son los que están dando forma a la Sexta República chilena y son motivo de moderado y parcial optimismo.

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