José Zalaquett: "¿El surgimiento de un nuevo fascismo?"
"Recordemos que el ascenso del fascismo y su manifestación más extrema, el nazismo, durante la primera mitad del siglo XX, se basaba en dos premisas ideológicas: la supremacía de una raza superior y la existencia de un enemigo del mundo".
Cuando muchos hubieran dicho que los tiempos oscuros del fascismo y el racismo se hallaban sepultados por la historia y era inconcebible que alguna vez pudieran retornar, se presentan signos inquietantes de un nuevo amanecer siniestro.
Los indicios son numerosos: por todas partes en Europa aumentan los sentimientos contra los inmigrantes y los musulmanes. El hecho de que ello sea, en alguna medida, comprensible, no lo hace menos peligroso. En España, Francia, Gran Bretaña, Holanda, e incluso Noruega, partidos y movimientos de extrema derecha están ganando elecciones o conquistando un porcentaje mayor del electorado. La reciente elección de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos coloca en esa posición de autoridad, supremamente importante, a un hombre de comportamiento, posiciones y lenguaje, que nos recuerdan tiempos que quisiéramos olvidar.
Se informa que entre los manifestantes que se encontraban en el edificio donde se celebraban audiencias de confirmación de una persona nombrada por Trump para un cargo importante, se hallaban miembros del Ku Klux Klan gritando consignas sobre que el próximo gobierno sería de hombres blancos (como siempre debió ser, uno podría presumir que ellos pensaban).
Recordemos que el ascenso del fascismo y su manifestación más extrema, el nazismo, durante la primera mitad del siglo XX, se basaba en dos premisas ideológicas: la supremacía de una raza superior y la existencia de un enemigo del mundo, que entonces era el “judaísmo internacional”. Hoy en día, la supremacía blanca o de los ‘nacionales auténticos’ y la percepción de que los inmigrantes y los musulmanes, sin distinciones, son nuestros enemigos, evoca aquella actitud.
En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial y como una reacción a los horrores de ese conflicto armado y de las ideologías extremistas que lo provocaron, se erigió un nuevo orden mundial. Este incluía iniciativas político-institucionales, como la creación de las Naciones Unidas; medidas económicas y financieras, como el establecimiento del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial; y organizaciones militares opuestas: la OTAN y el Pacto de Varsovia. Con el fin de la Guerra Fría en 1989-1991, el orden mundial creado en la posguerra mostró visibles signos de envejecimiento.
También en la posguerrra se dio una creciente tendencia en la comunidad internacional de naciones, a producir tratados, resoluciones y otros mecanismos internacionales, con el fin de proclamar derechos humanos, asegurar su cumplimiento, proteger a refugiados y otros colectivos vulnerables, “humanizar” los conflictos armados y condenar la corrupción y el terrorismo.
Hay quienes piensan que este proceso se hizo de modo muy acelerado, lo que contribuyó a generar la reacción que hoy vemos: que el péndulo político vaya hacia la extrema derecha.
Deseo intensamente estar equivocado en mi análisis. Pienso, sin embargo, que los desarrollos de las últimas décadas han contribuido a hacer de nuestra humanidad común algo más digno y justo y que, si no tomamos conciencia de ello, podríamos arriesgar repetir los peores capítulos de nuestra historia común.