"Mario Garrido Montt, un ejemplo para nuestros tiempos" - Ernesto Vásquez

Al cumplirse –hace algunos días- siete años desde su partida, permítaseme un gesto, a un hombre que merece ser homenajeado y rendirle un tributo justo y necesario. El afecto que tuve y conservo por don Mario, me da la nobleza de poder declamar un homenaje póstumo a un maestro de verdad, de esos que la historia entrega muy de cuando en vez. Terminaba febrero en el año 2011 y con él también, se apagó la vitalidad de un gran jurista y un mejor ser humano; falleció en la capital un notable penalista, sin ruido ni aspavientos; sutil como era él, suave y sencillo, pero profundo.

Don Mario Enrique Astroberto Garrido Montt nació un 29 de marzo de 1927, en Antofagasta y realizó sus estudios en la Universidad de Chile e inició una extensa y brillante carrera judicial en el norte del país, llegando a encabezar la Excma. Corte Suprema de justicia entre los años 2002 y 2003. No solo fue un brillante Juez sino que un íntegro jurista; un hombre de bien preocupado del saber, que fue un destacado académico de la facultad de derecho de la Universidad de Chile y un incansable escritor y creador, existen numerosas ediciones de sus manuales de derecho penal, pero siempre me llamó la atención dos de las aristas de sus preocupaciones, los delitos contra la vida y los delitos contra el honor. Quizás una forma de graficar los valores esenciales que un ser humano ha de priorizar en su vida diaria, las personas y el decoro de aquellas.

Quienes tuvimos el honor de conocer a don Mario, podemos afirmar que el país no solo perdió a un gran hombre de derecho, sino que -cual paradoja- ganó un ejemplo cuya figura de virtud pudiere servir para refundar la confianza y los valores que hoy se han perdido, figuras y personajes como don Mario, sencillo, cortés, deferente, prudente, justo, amable; son rutas humanas que debieran ser expuestas en todas las instituciones públicas y privadas del país.

Tuve también el honor de estar cerca de él mientras era un gran formador de profesionales y practicaba la judicatura; primeramente lo conocí como alumno y luego, como un modesto colaborador académico en algunos desafíos universitarios y me honró con mantener largas conversaciones sobre la vida y el derecho que fueron verdaderas clases magistrales que atesoro en mi alma y mi corazón. Pude conocer a un ser humano de excepción. Recuerdo al hombre afable e ilustrado, pero al mismo tiempo sencillo y cercano; estoy seguro que su alma no tenía espacio para el rencor, la envidia o la vanidad. En su mundo, solo había lugar para el diálogo, el estudio y la armonía. Con mucho trabajo, inteligencia y esfuerzo, me comentaba como escribía sus textos y ante mi asombro, él no notaba un gran logro en aquello. (en épocas donde las máquinas de escribir eran el medio y no existían las facilidades de hoy.)

En su labor jurisdiccional, entendía la judicatura como una misión y casi un apostolado, jamás como un poder o un privilegio; alcanzó los máximos honores que en el área judicial puede ostentar un abogado e hizo de la enseñanza del derecho un amor entrañable que lo unía a su alma mater, dedicándole sus últimos años de vida a su querida Universidad de Chile. Muchas entidades e instituciones han de honrar su memoria, pero hay dos que deberían relevar su vida y su legado entre sus integrantes, para que puedan asimilar en sus labores algo de ese ejemplo de vida, la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, a la que dedicó sus últimos esfuerzos intelectuales y al Poder Judicial donde ejerció como hombre de Estado, fue un Profesor y un Juez, pero antes que todo fue una buena persona y un jurista que es un individuo de valores superiores coherentes con la vida y consecuentes con sus acciones. Se fue hace más de un lustro, un gentil y gran señor de las ciencias jurídicas; que fue un verdadero ejemplo para generaciones de estudiantes de derecho, un faro de atención respecto de algunos que pierden su mirada y se embriagan en la soberbia y grandilocuencia barata de sentirse "pequeños" juristas.

Para toda la sociedad chilena, he aquí un digno ejemplo de vida para ser imitada: don Mario Garrido, un verdadero e íntegro personaje del derecho. Un hombre amable y sencillo, de una estatura moral superior, quien -seguramente- no sólo fue llorado en su partida y hoy recordado por su familia, sino que también por millares de ex alumnos en los cuales sembró su amor por la paz, la tolerancia, la deferencia, el buen trato, la verdad y el amor por la justicia y su país.

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