"Portonazo" - Gabriel Zaliasnik

Estar de acuerdo consigo mismo, esto es, no contradecirse según las circunstancias, es un viejo principio de la ética occidental que parece abandonado en la actividad política actual. Fue Sócrates quien primero lo descubrió, y Platón quien en Gorgias lo formuló: “es mejor…que muchos hombres no estén de acuerdo conmigo y me contradigan, antes de que yo, que no soy más que uno, esté en desacuerdo conmigo mismo y me contradiga”.

En tiempos en los que la consistencia, la claridad de ideas y la valentía para defender las mismas ceden cobardemente ante el cuestionamiento contingente, ante la acusación infame, ante el ruido de las redes sociales, resulta fundamental rescatar este viejo principio socrático para iluminar el camino de la política. No es posible conciliar un discurso en el que se pretende avanzar en reformas democráticas y a la vez, con silencios o gestos de tácito apoyo, tolerar la actuación de grupos que atacan los derechos de todos los chilenos. No es posible simultáneamente repudiar la violencia y legitimar las demandas de quienes recurren a dicha violencia.

Lo sucedido con la PSU es una muestra grave de este fenómeno. Pese a la acrobacia retórica de algunos, que elevan la voz ocasionalmente, sus actos no los acompañan. Se contradicen una y otra vez.

Nadie debiera poner en duda que en un estado de derecho los responsables de las acciones de violencia que impidieron a miles de estudiantes rendir la prueba de admisión universitaria deban enfrentar la justicia sin ambigüedades, sin justificaciones, sin privilegios, como cualquiera en Chile. Los voceros del movimiento no pueden gozar de fueros ni de inmunidad, ni apelar a su condición de miembros de la “nomenklatura” de izquierda extrema que quiere apropiarse de las demandas sociales. El que uno de ellos sea nieto de un detenido desaparecido en dictadura no es excusa para escabullir sus responsabilidades. Es más, harían bien estos autoproclamados voceros en revelar ante el Ministerio Público quiénes apoyan financiera o ideológicamente a sus movimientos. Una suerte de delación compensada política, que permita desenmascarar a los patrocinadores de estos actos que tanto daño han causado a nuestro país.

Al igual que aquellos jóvenes sorprendidos en un portonazo para robar un vehículo y que el Ministerio Público persigue celosamente, estos jóvenes y quienes los apoyan o amparan incurrieron en un “portonazo académico”, que no se puede ignorar judicialmente. No hay nada de heroico o épico en dicha acción delincuencial, del mismo modo en que no hubo nada de heroico o épico en los graves atentados al Metro de Santiago. Si se quiere actuar con consistencia y sin contradicciones, nadie debiera condonar estos hechos que se alejan del espíritu democrático que supuestamente animó el Acuerdo por la Paz suscrito el 15 de noviembre pasado.

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