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Claudio Grossman: No hay aspecto en una discusión que no tenga que ver con temas de carácter jurídico

C. Grossman: No hay discusión que no se relacione con temas jurídicos

El egresado de la Facultad de Derecho fue presidente del centro de estudiantes en los años 70 y 71, hoy es agente chileno ante la Haya y miembro de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas (ONU). Fue Presidente de los Órganos de Tratados de la ONU, miembro y Presidente del Comité contra la Tortura de la organización universal y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

¿Cuándo comienza su interés por el derecho?

En el liceo. Yo estudié en el Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso y como estudiante me di cuenta que los temas más interesantes que confrontaba una sociedad tenían siempre una connotación jurídica y me interesaba participar en ellos. Ya sea estemos hablando del espacio para la iniciativa privada, libertad de expresión, cuestiones de familia, temas de medio ambiente por mencionar a algunos. Yo tenía un interés por la problemática social desde un punto de vista amplio, y en ese momento me decidí por los estudios de derecho.

¿Cómo caracterizaría la experiencia de haber estudiado en la Universidad de Chile?

Fue una gran experiencia, por la calidad de los profesores y además por la composición del cuerpo estudiantil de la universidad. Los profesores que yo tuve estaban entre las personas más connotadas en el ámbito jurídico en Chile; ellos mismos habían creado los textos educacionales con los que estudiábamos. No era simplemente gente que repetía las reflexiones y estudios que hicieron otros, sino que eran protagonistas en articular teorías del derecho y en reflexionar sobre los desafíos existentes.
Otra cosa muy importante era la existencia de un cuerpo estudiantil diverso, cuya composición representaba Chile, en toda su variedad: gente de colegios privados, de colegios públicos, gente que tenía distintas visiones de carácter político; había una composición de género, aunque no era ideal. La diversidad existente generaba un espacio educacional importante. No solo ser aprende de los profesores.

¿Qué lo llevó a dedicarse al Derecho Internacional?

Más que nada fueron las circunstancias de mi vida; fui refugiado político catorce años, entonces, de alguna manera, estaba mucho más expuesto a los temas de globalización fuera del país. En segundo lugar, vi la dimensión de los temas internacionales viviendo afuera, y me interesaban mucho. Pude constatar en mi propia experiencia que la distinción entre los temas nacionales e internacionales como dos universos separados es insostenible en un mundo interconectado. Es difícil encontrar un asunto exclusivamente nacional o que no se vea impactado por fenómenos internacionales. En el hecho hay que pensar en popularizar nuevos términos como “transnacional” y reconocer la nueva realidad en que nos encontramos. Ya se trate de la economía, la política, el medioambiente, la paz y seguridad, las fronteras de un país no lo aíslan del mundo. Estos fenómenos y mi situación personal de haber tenido que salir de Chile me incentivaron a estudiar el derecho internacional. Entre otras actividades me doctoré en derecho internacional en Holanda, donde esta la Corte Internacional de Justicia y además hay una rica experiencia en todos los ámbitos relevantes de las relaciones internacionales.

¿Cómo era ser presidente del centro de alumnos a comienzos de los 70’?

Era complicado, porque el país estaba muy polarizado, lo se reflejaba también en el estudiantado. Además, todos pensábamos que teníamos la verdad absoluta y las recetas para resolver todos los problemas, no solo de Chile, sino del mundo. Hay una tendencia en los jóvenes a pensar en términos absolutos. Hay cuestiones positivas y negativas en esa actitud; por un lado se crean espacios de renovación por los jóvenes que creen desinteresadamente en contribuir a un mundo mejor, pero también hay un peligro intolerancia y no ver toda la complejidad de las situaciones.

Era un momento de polarización social general y de debate, que se reflejaba en la escuela. Yo creo que más que una intención de escuchar había una actitud de abogado, o sea, mientras el otro estaba hablando, se pensaba que había de malo en eso; no había empatía en la relación. Además los temas gremiales del estudiantado habían desaparecido, en función de los conflictos de carácter político.

Ahora, nuestra generación hizo cosas interesantes en la Escuela. Nos metimos en la reforma educacional, no queríamos que hubiera solo ramos normativos, por ejemplo, solo derecho internacional, queríamos que hubiera departamentos con derecho internacional y relaciones internacionales.

Aspirábamos a reducir o eliminar pedagogías que acentuaban la memorización y entre otras iniciativas estimular aprendizaje por experiencia.

¿Qué destaca de su experiencia ganada en la academia como decano?

Principalmente, la importancia de entender claramente los objetivos educacionales de una escuela de derecho, como, por ejemplo, enseñar cómo piensan los clientes y los abogados, y esto tiene que ver con la identificación y reconocimiento de los componentes jurídicos que hay en cualquier situación- que se presenta a menudo de manera confusa o desordenada.

En segundo lugar, la necesidad de entender que el propósito de una escuela de derecho también es desarrollar las destrezas importantes en el ejercicio de la profesión, eso incluye, aprender a escribir bien, aprender a presentar solidamente argumentos, plantearse temas de estrategia de juicios, desarrollar además conocimientos tecnológicos que son muy importantes hoy día en la práctica de la profesión. También hay que desarrollar competencias globales, conocimiento de idiomas y de culturas diferentes y eso genera la importancia de tener un cuerpo de estudiantes diverso, de profesores diversos, con gente que viene de “distintas latitudes” por ponerlo así.

Finalmente son esenciales los temas éticos, de reflexión ética. En esto hay temas técnico jurídicos de conflicto de intereses, honestidad y seriedad profesional- por mencionar algunos cruciales para la identidad profesional de los abogados. Además, hay que crear espacios de reflexión sobre la ética desde un punto más amplio, el de la sociedad en su conjunto. No hay que tratar de imponer visiones éticas o ideológicas a los estudiantes – sino crear un espacio de decisión individual que permita una reflexión libre y en que cada uno pueda desarrollar sus conceptos.

¿Cuál diría usted que ha sido el mayor desafío profesional que ha tenido que asumir?

Compatibilizar mi estudio y practica del derecho internacional, en diversos ámbitos, incluyendo las Naciones Unidas, la OEA, la decisión de disputas en órganos judiciales y semi-judiciales y en otros temas, con ser decano de una escuela de derecho en la capital de Estados Unidos. Mi propósito como decano fue desarrollar la escuela de derecho en áreas que fueran interesantes educacionalmente, que abrieran oportunidades a los estudiantes y al cuerpo docente y que contribuyeran a través de la investigación, educación y servicio a la sociedad. Con tal propósitos para mí fue muy importante desarrollar programas internacionales; de derecho y gobierno, de clínicas jurídicas, de litigio, de arbitraje comercial internacional entre otros . Todo esto en el marco de la incorporación plena de una tecnología cambiante y la necesidad de expandir la planta física de la Escuela. Deje el decanato – después de 21 años- al culminar mis funciones con la construcción de un campus que representa los más altos estándares de educación. En el acto de apertura estuvieron la alcaldesa de Washington, la jueza Ginzburg de la Corte Suprema , entre otras personalidades incluyendo los dos embajadores de Chile en Washington- ante la Casa Blanca y la OEA.

Cuando le propusieron asumir el cargo de agente chileno en la Haya ¿Qué desafíos se propuso al asumir este cargo?

Por un lado, dar una representación jurídica sólida del más alto nivel para garantizar adecuadamente los intereses de Chile en el caso. Es muy importante destacar , siendo más específico, que un error que cometen a veces los abogados litigantes es creer que de lo que se trata es responder lo que dice el otro, para mí también es importante re conceptualizar loa hechos y el derecho , poner las cosas en una narrativa que capture efectivamente de qué se trata el tema. Por ejemplo, Chile muchas veces ha tenido diálogos con Bolivia, eso no es una expresión del reconocimiento de una obligación jurídica, es el reconocimiento de que se trata de países vecinos, que dialogan sobre la base de sus intereses y buscan armonizarlos. Extraer de estos diálogos obligaciones jurídicas desnaturaliza lo que son relaciones políticas y diplomáticas entre los estados. Central para mí también es mantener la unidad nacional en este caso, consultando, incorporando a todos los sectores. Eso refleja los anhelos más sentidos del país en su conjunto.