"Admisión universitaria" - Alfredo Jocelyn-Holt
Las recientes revelaciones de admisiones fraudulentas en universidades norteamericanas, algunas de enorme prestigio, hacen pensar que el asunto es más grave que como se ha estado planteando. En tanto estricto motivo de escándalo, la atención (hasta cierto punto válida, pero no del todo suficiente) ha sido puesta en el puro abuso de padres ricos que logran meter a sus hijos a dichas instituciones sirviéndose de sobornos, adulteración de credenciales y pagos de cifras exorbitantes adicionales que podrían incluso beneficiar a dichos establecimientos. Lo cual confirmaría que no se ingresa a estos lugares solo por mérito, y no solo ahora, sino desde poco menos que siempre. Tormenta perfecta a la hora de fomentar la rabia anti-élite (ni que la hubieran mandado a hacer a su medida).
Pero, veamos. Habiendo instituciones, tanto privadas (Stanford y Yale) como públicas (UCLA), involucradas, el asunto es quizás estructural. Se rasgan vestiduras porque se acepta a alumnos favorecidos no solo por razones de mérito académico, y eso que no es ninguna noticia que no supiéramos.
Universidades de toda índole han sido siempre celosas en promover ciertos criterios, sea que se privilegie a estudiantes provenientes de la localidad donde se sitúan dichas instituciones, o se resguarde un determinado perfil que puede ser de género, religioso, social o racial. De ahí que Harvard tradicionalmente valore nexos con “brahmins”, casta proveniente de antiguas familias de Nueva Inglaterra; o que instituciones progresistas (Harvard y universidades públicas) hayan establecido últimamente cuotas discriminatorias, a fin de obtener un alumnado más “representativo”, a tono con los tiempos (pasando también a llevar a postulantes con mejores notas). Lo cual, sin embargo, no habría significado bajas de calidad. Harvard seguiría siendo Harvard, aunque acepte a varios Kennedys y al yerno de Trump, u otro tanto Yale a los Bush.
¿Dónde, entonces, fuera de posibles delitos envueltos, radica realmente el escándalo? En eso otro que se pasa por alto y es infinitamente más grave: en los altos costos de tuición (más de 50 mil USD anuales), que obliga a conseguir fondos como sea; por ejemplo, de gente rica con hijos no tan meritorios, pero que puede hacer donaciones sustanciales, de contribuciones de exalumnos (porcentaje cada vez menor), o del Estado (que en Chile bien sabemos qué significa). Ello, en parte además, para ofrecer becas a alumnos óptimos, que no pueden pagar tuiciones leoninas.
Es decir, el sistema es perverso. No hay institución con un profesorado, estudiantado e instalaciones de primer nivel que no tenga alumnos malos o metidos a la mala que pagan la luz, o bien, que no dependa de un Estado o de corporaciones que la hacen perder autonomía. He ahí el problema que nadie resuelve y hace decaer.