Ernesto Vásquez: "Madre, derecho y confianza"
Hoy reina la desconfianza en nuestra patria. Todos ven el vaso medio lleno y la oferta fácil es lo que la galería quiere escuchar, beneficios sin esfuerzos. En toda sociedad democrática de derecho, una de las directrices fundamentales es buscar la felicidad plena de sus integrantes. El derecho debería estar en función de aquello. Utopías hay muchas, algunas se han caído literalmente con un muro y otras se han sostenido en la ideología o la riqueza del capital sobre el sujeto. Alguien con soberbia mundana dijo que Dios era el camino, y que Marx, el atajo. Sobre sistemas políticos hay infinitas discusiones legítimas.
Un Presidente norteamericano dijo, en el milenio pasado, "no te preguntes que ha hecho tu país por ti, pregúntate que haces tú por tu país". Sus palabras suenan actuales. Para generar condiciones mínimas de armonía debemos reconocer algunas cosas muy básicas, pero que por obvias se omiten, y al no decirlas se olvidan: el delito es consustancial a toda comunidad, la armonía plena no existe en la Tierra, el amor a veces es solo la otra cara del dolor.
Si la sociedad supiera que al menos en el Centro de Justicia de Santiago hay más de diez mil controles de detenciones mensuales podría regocijarse —o no— de saber que el mal está en todos lados. A veces se viste de cura; otras, de funcionario público; otras, de trabajador o cónyuge. La maldad como la bondad es intrínseca al ser humano.
Nuestra Constitución da cuenta de que la familia es el núcleo de la sociedad, y dentro de aquella el rol femenino es fundamental, pues hay un ser humano que jamás nos defrauda por regla universal: la madre. ¿Habrá algo más sagrado para un ser humano que su madre? He escuchado que algunos usan el apelativo o rótulo de "madres", u otras palabras femeninas, para insultar. Es que hemos perdido todos los parámetros de la razonabilidad.
Ojalá pudiéramos razonar con madurez y desterrar la desconfianza, colocando los acentos en los deberes más que en los derechos. Seríamos una sociedad más tolerante donde pudiere reinar el sentido final del derecho, el espacio de concordia y no confrontación, teniendo en la mente el inimitable espacio que nos ha dado a todos el del vientre materno. Quizás con su imagen en la memoria colectiva podamos derrotar la desconfianza y avanzar.