"La burla cruel" - Ernesto Vásquez

El deporte es vida sana, compañerismo, expresión de valores de un equipo o el esfuerzo y disciplina de un individuo. En la ruta del juego limpio no puede haber lugar para el desdén o la soez burla. Se ha dicho que la regla de la vida es plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo; plausible es añadir “practicar un deporte”. Transmite valores, salud, compromiso, disciplina y respeto hacia el esfuerzo y a las personas.

El deporte colectivo por excelencia es el fútbol. Once guerreros sueñan con ganar al ocasional adversario honrando sus virtudes y no despreciando los errores del contrario. Ganar en la mejor lid posible. Dentro de la carpeta verde se estila que haya reglas. El fin no justifica los medios y, como el ser humano es potencialmente perverso o justo, hay un tercero ajeno e imparcial que, dentro de su humanidad, declama la justicia deportiva en ese encuentro. En el ámbito profesional ya no hay un juez árbitro sino tres más e, incluso, existe tecnología —el llamado V.A.R.— que La Meca del fútbol pretende aplicar en el futuro próximo. Hoy no se aplaude el ganar a toda costa. Nadie cree que meter un gol con la mano sea una jugada de Dios digna de valorarse.

También existe el llamado jugador número doce, aquel que llora la derrota de su equipo desde la galería, que se apasiona con su victoria o desborda con respeto su alegría. Recuerdo décadas atrás cuando seguidores de los cuadros más populares caminaban juntos por calle Ñuble rumbo al Estadio Nacional. Entre ellos, muchos padres que llevaban de la mano a sus hijos con banderas, azules o blancas según el caso. Nadie pensaba que arriesgaba la vida en ello. Había bromas, pero nadie pretendía agredir a otro sólo por tener una camiseta distinta. Quienes amamos el deporte, y podemos tener ídolos futbolísticos de otro equipo por el sólo hecho de ser buenos jugadores, no podemos entender la odiosidad que se ha apoderado de parte del hincha. La razón ha dado paso a la intolerancia y el fin de vencer a toda costa se abraza también a la burla atroz y vil, como la cruel candonga a los caídos del O'Higgins de Rancagua o hacia la memoria de Raimundo Tupper.

Más allá de las sanciones normativas, todo ello debe tener como sanción una moral; dejar fuera de juego a todos quienes usan una camiseta para la insolencia, la crueldad y la delincuencia.

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