"La obligación del egresado"<br>Marcos Contreras

Normalmente se inquiere sobre la identidad del egresado de la Escuela preguntando por aquello que nos distingue. En cuanto dicha cuestión tiene una dimensión normativa y no meramente descriptiva (cuando decimos quiénes somos, también enunciamos aquello que queremos ser) es pertinente plantearla las veces que sea necesario.

En pos de responder la pregunta por la identidad, suele aludirse al compromiso de la Escuela y sus egresados con la calidad, con la búsqueda incansable e incesante –pero no ciega– de la excelencia. Ello es irrenunciable. De otro lado, cabe identificar como elemento integrante de la autocomprensión del egresado al respeto por el pensamiento crítico, al celo respecto de la libertad de pensar por uno mismo, a cierta alergia a constreñimientos externos al pensamiento que otras facultades padecen –o gozan– (como un credo religioso, un controlador, un partido político, etc.). Asimismo, suele aludirse al carácter público de la Universidad el que, efectivamente, también marca el sello de la Escuela y sus egresados.

Es la combinación de esos factores lo que constituye, en mi entendimiento, la fisonomía identitaria básica de la Escuela y sus egresados. Ese modo de bosquejar tal identidad es, sin embargo, incompleto. Falta enunciar aun ese “algo” espectral que dota a un objeto de aquello que, peculiar y específicamente, es. En el caso del egresado de la Escuela me gustaría pensar que ese “algo” no es la historia, la tradición, ni la cantidad de presidentes que hayan estudiado en ella. Ese elemento definitorio, por el contrario, es un cierto ánimo que informa el actuar y el pensar, que lleva al egresado a evadirse de su individualidad y su autointerés para ponerse al servicio de otros en un marco de laboriosidad humilde y corrección moral.

Más allá de lo formal, ser egresado de la Escuela no es un título ni un estatus. Prefiero concebir dicha calidad no como una que confiere prestigio y alimenta autoestimas, sino como una que es fuente de cargas y deberes cuya observancia satisface las expectativas de una comunidad que necesita abogados y humanistas comprometidos con agendas no personales. Nada más ni nada menos. Se trata simplemente de la fidelidad al rol y no de mesiánicas misiones que nadie puede encomendar.

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